divendres, 20 de maig del 2011

MARC RIBOT’S CERAMIC DOG (Auditori de l’Atlàntida, Vic (Barcelona), 14-5-2011)

Marc Ribot (Imma Casanellas)

Marc Ribot, guitarra y voz
Shahzad Ismaily, bajo, percusión y melódica
Ches Smith, batería, percusión y vibráfono

Descarga con pasión. El Festival de Jazz de Vic lleva escrita una historia reciente más que atractiva. Sólo en esta edición cuenta con diversas propuestas que traspasan fronteras entre géneros y descansan en la fusión avant-garde, e incluso en el free. El Festival ha sabido construir un marco sólido donde las apuestas arriesgadas llevan tiempo siendo seña de identidad. Un lugar donde tienen cabida propuestas como la que nos ocupa: el trío “Ceramic Dog” del guitarrista norteamericano Marc Ribot. La cita fue vespertina y en sábado tormentoso, en el sentido más atmosférico de la palabra. Déjenme que aproveche la descarga exterior en forma de lluvia (¡¡rayos y truenos!! Haddock dixit), para conectar con la descarga eléctrica que se desató en el interior del excelente “Auditori de l’Atlàntida”.



Ches Smith (Auditori de l'Atlàntida, Vic 14/5/2011)Shahzad Ismaily (Auditori de l'Atlàntida, Vic, 14/5/2011)

“Ceramic Dog” es el proyecto más rockero de Marc Ribot. Se trata de un espacio pensado para la improvisación basada en el volumen y la fuerza del “power trio”, una formación que por muy conocida que sea en el mundo del rock, tampoco resulta tan lejana en el tiempo cuando hablamos de “jazz fusión” (Trio of Doom, 1979). Lo que se escuchó en el concierto que nos ocupa estuvo aderezado desde una persistente sucesión de “riffs”, un confortable colchón donde la banda pudo expresarse con libertad controlada. La atmósfera y sobre todo las texturas atraparon desde lo simple hasta lo complejo, a una audiencia numerosa y ávida de transgresiones. Los modificadores electrónicos se integraron a la perfección en las tareas de los tres intérpretes y para nada resultaron postizos o gratuitos. En Vic sonaron texturas del folk, guitarras “pinkfloydianas” y riffs del blues. La velada creció desde el folk y la psicodelia, hasta abrazar sin complejos el “metal”. Ejecutadas desde la precisión, todas las piezas reservaron un espacio importante para la improvisación y el lucimiento personal, algo que les confirió un alto interés, ya sea por las volátiles incursiones de Shahzad Ismaily con la melódica, ya sea por la batalla de Ches Smith con platos y gongs, o simplemente por la contradictoria frialdad de Ribot, durante sus solos más elocuentes.

Ribot nos enseñó con crudeza musical su lado más irreverente. En escena, se preguntó si aquello era un festival de jazz. Sin pelos en la lengua hizo como que no entendía, y hasta tuvo tiempo para maquinar un guiño final, al ofrecer una versión deliberadamente lenta del éxito de Paul Desmond “Take Five”. Lenta pero brillante y suficientemente contundente. Ya se sabe que la pasión sin insolencia es energía liberada al aire. Este fue un concierto que llegó sobradamente y, la verdad, emocionó a muchos de los presentes.